Misiones de las Californias VIII: San José de Comondú
0Periodico El Vigia|9 de Abril
Esta misión dedicada a José de Nazaret fue muy próspera, donde sus habitantes produjeron uvas, higos, granadas, así como trigo, maíz, frijol, garbanzo y azúcar. Aunque en 1930 fue dinamitada, parte del templo fue reconstruido, y aún se conserva lo que fuera la sacristía y la casa donde vivían los padres.

Ensenada, B. C.

El sitio de esta misión fue inicialmente descubierto por el almirante don Isidro Atondo y Antillón y el padre Eusebio Francisco Kino, durante el intento evangelizador efectuado entre 1683 y 1685. En diciembre de 1684 emprendieron una expedición que desde San Bruno cruzaría la Sierra de la Giganta intentando llegar hasta la bahía Magdalena. Atondo nos dice que el 19 de diciembre, cuando ya habían encumbrado la sierra:

"…habiendo caminado como seis leguas, las más de ellas de pedregales, espinas, y abrojos, llegamos a un arroyo de agua corriente muy buena, y un carrizal grande y muchos árboles silvestres. Llámanle los naturales a dicho paraje Comondú, y le pusimos por nombre Nuestra Señora de la O, por haber llegado en su día. Aquí armamos nuestro real”. 

El paraje se encontraba dentro del área de los indios cochimí, a unos 50 kilómetros al oeste de la misión de Loreto.

El sitio fue olvidado, hasta que en el verano de 1708 los padres Juan María Salvatierra, Juan de Ugarte y Julián Mayorga reconocieron el paraje. Ese mismo año, regresó el padre Mayorga quien estableció la misión, la que fue financiada por don José de la Peña Castrejón y Salzines, marqués de Villapuente. 

El padre Mayorga permaneció en este sitio hasta su muerte, ocurrida en noviembre de 1736. Este primer sitio de la misión de Comondú actualmente se conoce como Comondú Viejo, y aún conserva diversos vestigios misionales, como los restos de la iglesia, cercas, acequias y pilas.

FIN DE LA PRIMERA ETAPA DE EXPANSIÓN

Con esta misión finalizó la primer etapa de expansión de las misiones californianas. Problemas económicos, falta de misioneros, sequías y epidemias serían problemas que detuvieron este avance. No sería sino hasta 1720, después de la muerte del padre Salvatierra (en 1717), que daría principio un segundo ciclo de expansión misional.

Cuando murió el padre Mayorga, la misión fue cambiada de sitio debido a problemas con el agua. Se le ubicó algunos kilómetros arroyo abajo, en un paraje donde, en 1714, el padre Juan de Ugarte había establecido un sitio de visita llamado San Miguel de Comondú. Actualmente sobreviven los dos poblados vecinos, San José y San Miguel de Comondú.

San José de Comondú fue una misión próspera, en donde se llegaron a producir muy diversos árboles frutales, como uvas, higos, granadas, así como trigo, maíz, frijol y garbanzo. También se producía azúcar.

Después del padre Mayorga, la atendió el padre Franz Wagner (1737-1744); enseguida el padre Franz Inama la atendió entre 1750 y 1768. Fue el padre Inama quien construyera su templo de piedra, entre 1750 y 1760. Esta iglesia sería la única de la Antigua California que tendría tres naves. En 1930, un gobernador anticatólico ordenó dinamitar la misión destruyéndola, supuestamente para construir con su piedra una escuela. Parte del templo fue reconstruido, y aún se conserva lo que fuera la sacristía y la casa donde vivían los padres.

El padre Mayorga fue el último jesuita en atender esta misión, ya que en 1768 fueron expulsados de Baja California y de todos los dominios de España.

Posteriormente, llegaron los misioneros franciscanos (1768-1773) y enseguida los dominicos. Entre todos ellos atendieron a esta misión fray Francisco Antonio Martínez, fray Juan Prestamero, fray Tomás de la Peña, fray Ricardo Tejeiro, fray Jorge Coello y fray José Antonio Sánchez.

La misión llegó a contar con tres rancherías de visita. En 1745 se calculó que su población era de 360 habitantes. Para 1771 había disminuido a 216, en 1782 quedaban 80 y en el año 1800 sólo 28. Su población indígena desapareció hacia inicios del siglo XIX, lo que orilló que la misión fuera abandonada en 1827.

En nuestros días sobreviven los pueblos de San Miguel de Comondú y San José de Comondú, prácticamente unidos, y con una población de 250 habitantes entre los dos. En su famoso libro "El Otro México”, Fernando Jordán habló muy bien de Comondú, describiéndolo como "el último paraíso”. Ciertamente Comondú se encuentra en una región muy hermosa de la Sierra de la Giganta, además de ser un pueblo apacible, en donde se vive una vida tranquila. Vale la pena conocerlo y maravillarse con toda esta región.

Está misión está dedicada a José de Nazaret, quien fuera esposo de la virgen María y padre putativo de Jesucristo. Se trata de uno de los santos más importantes del catolicismo. El Evangelio de Mateo nos presenta San José de oficio artesano o carpintero, profesión que habría enseñado a su hijo Jesús. 

Se le supone humilde de condición, aunque se reconoce que era de la estirpe del rey David. Se ignora la fecha de su muerte, sólo se sabe que murió antes de que Jesús iniciara su vida pública. La figura de San José ha sido muy venerada a lo largo de la historia de la Iglesia Católica.

EL MARQUÉS DE VILLAPUENTE

Vale la pena destacar a quien financiara esta misión, don José de la Puente y Peña Castejón y Salcines, marqués de Villapuente (1670-1739). Se trata de un personaje con gran riqueza, miembro de la realiza española; Caballero de la Orden de Santiago, gentilhombre de Cámara de Su Majestad, maestre de Campo de los Reales Ejércitos.

Fue un gran benefactor de los jesuitas, apoyándolos en su labor civilizadora y evangelizadora en California. Gracias a su patrocinio se pudieron fundar al menos diez misiones californianas: Santa Rosalía de Mulegé (1705), San José de Comondú (1708), Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airipí (1720), La Purísima Concepción de Cadegomó (1720), Nuestra Señora de Guadalupe de Huasinapí (1720), Santiago de los Cora Aiñiní (1721), Nuestra Señora de los Dolores Chillá (1725), San José del Cabo Añuití (1730), Todos Santos (1733), Santa Gertrudis La Magna Kadakaaman (1751) y Santa María de los Ángeles. Las dos últimas de manera póstuma. En buena parte, gracias a él se fundó California.

Don José efectuó importantes aportaciones al Fondo Piadoso de las Californias. De hecho, junto con su esposa, doña Gertrudis de la Peña, que era la marquesa de la Torres de Rada y duquesa de Bejar y Gandía, fueron los más importantes contribuyentes a dicho fondo. 

En 1717 dotó al Fondo jesuítico para su desarrollo con las siguientes Haciendas y Estancias: Hacienda de Nuestra Señora de los Dolores de Buzio, Hacienda de San José de Petigán, Estancia del Arbolillo o el Pino, Estancia de Luis Martín, Estancia de Teupa, Estancia de Buxa, Estancia de Coapa, Estancia de Huapango, Hacienda de Arroyozarco, Estancia de Las Palmillas, Estancia de Otodejee, todas ellas en las inmediaciones de la Ciudad de México y en las jurisdicciones de Jilotepec y San Juan del Río.

Fue gracias a benefactores como don José, que la empresa californiana pudo llevarse a cabo. Parte de la gratitud de los bajacalifornianos de hoy debe ser hacia personajes como éste.