Cumple Riviera aniversario 85
Por Redacción, Periodico El Vigia|31 de Octubre
Con una fiesta de disfraces por la “Noche de Brujas”, el 31 de octubre de 1930, abrió sus puertas el que sería el edificio más emblemático del puerto

El 31 de octubre de 1930, se inauguró el inmueble más representativo de Ensenada, el Riviera del Pacífico.

La apertura del ahora llamado Centro Social, Cívico y Cultural Riviera de Ensenada fue con una fiesta de disfraces por la "Noche de Brujas”.

De acuerdo a investigaciones, para 1917, cuando Estados Unidos se involucró en el conflicto armado conocido como la Primera Guerra Mundial, dos tercios del país tenían prohibición para el consumo de alcohol.

Sólo las grandes urbes se resistieron a la medida, hasta que en 1919, se ratificó la Ley Seca en el Congreso de aquella nación, por razones de "economía, moralidad y eficiencia”.

El resultado fue la fabricación masiva de bebidas de forma clandestina, el contrabando y, un aumento en el consumo. Lo prohibido resultaba más atractivo.

Con la restricción México, y en especial la franja fronteriza se vio favorecida, por el flujo de dinero que provenía de estadounidenses ávidos de burlar la denominada Ley Seca, disfrutando, a la vez, de un ambiente diferente al de su país.

Desde 1908 se reglamentaron los juegos de azar en el territorio norte de Baja California, se efectuaban carreras de galgos en Tijuana, y se habían solicitado permisos para establecer un hipódromo para carreras de caballos, un hotel y un casino.

Eso fue el preámbulo de lo que sería después el complejo turístico "Agua Caliente” que comprendía hotel, baños termales, casino e hipódromo, y de lo que sería el Hotel Playa de Ensenada (Riviera).

En efecto, debido al rotundo éxito del Hotel Agua Caliente, inaugurado en junio de 1928, fue que otros empresarios fijaron su vista en Baja California, habiendo encontrado el sitio ideal para establecer un segundo casino en Ensenada.

Con tan prósperos resultados a la vista, la Compañía Mexicana del Rosarito entró en acción. Primero adquirió las concesiones que abarcaban las Playas del Rosarito, San Miguel y Ensenada; acto seguido compró el hotel que estaba casi concluido en Rosarito, y que sus primeros empresarios abandonaron por no poder sacar avante el proyecto.

De igual manera procedió en Ensenada, en donde también ya se había empezado la construcción de lo que sus promotores originales dieron por llamar el "Club Internationale de Ensenada” y después el "Ensenada Beach Club”, proyecto sobre el cual presentaban datos curiosos que ponderaban una espléndida carretera (en realidad de terracería) mantenida por 60 hombres, y exaltaban eventos espurios como típicas noches ensenadenses, en las que aparecían en sus fotos de promoción todas las damas tocando castañuelas y vestidas de manolas, de acuerdo a la estética que se mostraba de México en Hollywood.

La Cía. Mexicana del Rosarito, con más seriedad, formó una compañía subsidiaria: la Cía. de Mejoras de Ensenada, S.A. , para manejar el hotel de Ensenada, y sus opiniones, expresadas en su estudio, revelan una visión turística de primera.

En atención al excelente clima, belleza de la bahía y el crecimiento demográfico de California, ellos se proponían ofrecer distracción, descanso y refinamiento. La distracción de ninguna manera la circunscribían al juego.

A disposición del visitante estaría una playa-balneario de primera, pesca, cacería, tenis y una espléndida bahía para "velear” o pasear en sus yates.

Después se agregaría un campo de golf. "Un hombre de negocios podría estar muy bien ahí con sus compañeros, al igual que un padre de familia que deseara pasar unas vacaciones con su esposa e hijas, pudiendo tomar una copa sin temor a ser detenido o caer en manos de un contrabandista”.

ARQUITECTURA Y EDIFICACIÓN

Influenciado por la arquitectura heredada de España, nació un estilo menos formal que el austero colonial, pero siguiendo sus rasgos característicos de celosías, arcos y tejas, que se bautizó como estilo californiano.

De tal diseño fueron los hoteles-casino erigidos en Baja California: el Agua Caliente, el de Rosarito y el Hotel Playa de Ensenada.

El estadounidense Gordon F. Mayer fue el arquitecto que trazó en Ensenada una estructura con líneas, funcionamientos y atención al más pequeño detalle, y a medida que pasa el tiempo, más se aprecian y destacan.

El constructor fue James L. Miller, aunque también reclaman el título en el recuerdo de algunos, Bill Blexton y el ingeniero Negrete.

Durante el periodo en que fuera gobernador el general Abelardo Rodríguez, se erigió el Hotel Playa en las manzanas 27 y 28 de la antigua colonia Carlos Pacheco. Por patio frontal tenía el Océano Pacífico, a sus espaldas, las suaves dunas blancas de la Bahía de Ensenada.

Aquella compañía que según escrituras, debería durar 98 años y que se fundó con un capital inicial de 10 mil pesos oro nacional, íntegramente suscrito y pagado, por fin dio término a las obras, y el casino hotel se inauguró con gran festejo el 31 de octubre de 1930.

MÁGICA ELEGANCIA

Los que asistieron, recuerdan aquella noche como algo salido de una fantasía, pero resultó que aunque estuvieran presentes muchas luminarias del cine de la época y grandes personalidades estadounidenses y bajacalifornianas, la verdadera estrella de la noche fue el edificio en sí, que causó la admiración general.

Los materiales para su construcción habían sido traídos de muy lejanas partes.

Las hermosas rejas que se instalaron en arco y ventanales, se dice que pertenecieron a antiguos edificios coloniales de La Habana; las maderas de sus hermosos techos y dinteles, son cedros y de una especie en la que habita un gusanillo, que al ser derribado el árbol, lo abandona, dejándole esa interesante textura carcomida; sus vitrales emplomados eran al estilo italiano.

Los candiles de filigrana y hermosos faroles de vidrio biselados provenían de España, así como todos sus mosaicos, en algunos de los cuales figura el águila bicéfala de los Habsburgo, casa Austriaca que reinó en España, y en otros, los leones del reino de León y Castilla.

El mobiliario fue traído de todas partes del mundo, desde alfombras persas hasta cómodas y biombos chinos. En el salón de entrada se instaló, rodeado por tapices europeos, un gran piano de cola entera y el costo total fue de 2 millones de dólares.

No se escatimó, como se puede recordar, en la decoración ni en el diseño, cada detalle se plasmó felizmente en un conjunto arquitectónico que todo tenía de encanto y elegancia, dos factores no siempre fáciles de combinar, quedando claro que el edificio había sido hecho no sólo con cerebro, sino con corazón.

Aislado de la población de escasos 3 mil habitantes por una distancia de medio kilómetro, se llegaba al hotel, si es que se caminaba por la playa, por una banqueta flanqueada por farolitos; o bien, por un camino que llevaba hasta su entrada, ubicada en la parte posterior del edificio, rodeada de jardines y que daba acceso al amplísimo pasaje que guiaba el escritorio de registro, a cuyo lado se extendía el salón de entrada principal con sus ventanales al mar.

Además de los juegos de azar, tal como se había prometido, otras distracciones como tenis en una hermosa cancha de arcilla situada bajo eucaliptos; bádmington, natación y pesca, distraían a los huéspedes, y, por supuesto, estaba la pintoresca población de Ensenada, que les ofrecía un amable cambio de su ajetreada vida.

Muchos fueron los nombres notables que a través de distintas épocas quedaron en su registro. Como en todo gran hotel, abundan historias de bodas famosas, o bien sonadas separaciones, de grandes romances al margen de lo establecido, o sencillos relatos de bondad que perviven.