Noche de las Estrellas 2017
0Periodico El Vigia|24 de Noviembre
Sputnik 1, el satélite artificial que revolucionó a la humanidad Con la puesta en órbita del primer artefacto hecho por el hombre, la Unión Soviética desafió el prestigio y poder adquirido por EU al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y desató el armamentismo letal de la “Guerra Fría”

Rolando Isita Tornell/COLABORACIÓN

Ensenada, B. C.

“Pronto los rusos estarán lanzando bombas sobre nosotros desde el espacio como niños lanzando piedras a los coches desde un puente en la carretera”, así reaccionó Lyndon B. Johnson, entonces líder de la mayoría del senado, posterior presidente de Estados Unidos, al día siguiente de que el Sputnik 1, primer satélite artificial, surcara el espacio sobre el territorio estadounidense el 4 de octubre de 1957, iniciando la que se dio en llamar carrera espacial.

La exagerada reacción del expresidente Johnson no era para menos, la entonces llamada Unión Soviética, con la puesta en órbita del primer artefacto hecho por el hombre, estaba desafiando el prestigio y poder adquirido por Estados Unidos al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y desatando el armamentismo letal de la “Guerra Fría”.

Aquella conflagración mundial tristemente había puesto en práctica toda la capacidad científico-técnica e industrial acumulada durante siglos por la humanidad al servicio de la destrucción masiva del enemigo. En los estertores de la segunda guerra, la Alemania nazi había desarrollado los aviones jet y soltado sobre Londres y otras ciudades inglesas bombas lanzadas a gran distancia sin necesidad de pilotos ni aviones, las llamadas bombas V1 y V2 propulsadas por cohetes a chorro.

En un mes de octubre también, pero de 1917, harto de la guerra y el hambre, el pueblo ruso se rebeló contra la monarquía zarista instaurando un gobierno socialista, con un partido único encabezado por los bolcheviques que puso en jaque a las democracias occidentales, lo que convirtió a la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas en un enemigo potencial de todas ellas.

Cuando el dictador Adolf Hitler había iniciado la segunda guerra invadiendo toda la Europa Central, el 22 de junio de 1941 enfocó toda la capacidad industrial bélica del continente para invadir la Unión Soviética en la llamada Operación Barbarroja. Al otro lado del mundo, el Imperio del Sol Naciente, Japón, aliado de los nazis y los fascistas de Italia, el 7 de diciembre de ese mismo año, lanzó su potencial científico, técnico e industrial bélico sobre la armada naval estadounidense concentrada en la isla hawaiana de Pearl Harbor.Inventiva bélica

En esas circunstancias, Estados Unidos y la Unión Soviética, con una Inglaterra mermada, asilada y bombardeada desde el aire día y noche, se vieron obligados a concentrar a todos sus hombres, mujeres adultos; científicos, técnicos e ingenieros a fabricar cañones, tanques, aviones, proyectiles de todo tamaño, instrumentos electrónicos y de comunicaciones con tecnologías cada vez más sofisticadas.

En el ámbito científico, desde 1938 ya se sabía que romper el átomo liberaba enormes cantidades de energía, gracias a la creativa interpretación que hizo la física austriaca Lise Meitner de la ecuación de balance de masa y energía de Einstein postulada por el físico en 1905. Durante la Segunda Guerra, la mayoría de los físicos, muchos de ellos refugiados en Estados Unidos por la persecución nazi, temían que los alemanes estuvieran desarrollando un arma capaz de fisionar el átomo. Con ese temor, con gran secreto, varios de los más destacados físicos, entre ellos Enrico Fermi, Niels Bohr, Ernest Lawrence, Luis Walter Álvarez, encabezados por Robert Oppenheimer se dieron a la tarea de desarrollar una bomba de fisión del átomo del elemento pesado Uranio. La tuvieron lista para usarse el 16 de julio de 1945.

Por su parte, el ingeniero aeroespacial y físico alemán Wernher von Braun desarrolló el temible misil balístico V-2 (venganza dos), el primer artefacto humano de vuelo suborbital, un cohete de combustible líquido. Y como un secreto muy bien guardado, el soviético Sergei Korolev hacía lo suyo.

El 2 de mayo de 1945, después de una larga y enorme ofensiva iniciada el 7 de enero de 1942 a las puertas de Moscú la Unión Soviética tomó Berlín, culminando la derrota del nazismo comandado por Aldolf Hitler. Fue un triunfo nada agradable para las democracias occidentales. Tres meses después, el 6 de agosto de 1945, el bombardero B-29 “Enola Gay” dejó caer sobre la ciudad de Hiroshima a “Little Boy”, la primera bomba atómica usada como armamento, y dos días después dejó caer a “Fat Man” sobre la ciudad de Nagasaki, rubricando el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero, el 22 de agosto de 1949, la Unión Soviética hizo estallar su primera bomba atómica.Carrera espacial

Dos poderosos sistemas antagónicos, una democracia capitalista representada por Estados Unidos y una economía de Estado gobernado por un solo partido, el comunista de la Unión Soviética, potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial abrían el escenario para la llamada “Guerra Fría”. Lo hicieron con tecnología para montar bombas nucleares sobre cohetes y dejarlas caer sobre el enemigo. De ahí la alarma por el satélite artificial Sputnik 1 puesto en órbita por los soviéticos el 4 de enero de 1957. Wernher von Braun, en vez de ser llevado a juicio en Nuremberg por crímenes de guerra, se convirtió en el progenitor del programa espacial estadounidense.

Como dice el refrán, “no hay mal que por bien no venga”. En el curso de un año Estados Unidos inyectó dinero destinado al impulso de la ciencia, la educación y la actualización científica de profesores universitarios. Asimismo, la Comisión Presidencial para la Educación Superior y la Ley de Defensa ofrecieron préstamos estudiantiles para estudiantes de licenciatura así como becas de tres años para varios miles de estudiantes de posgrado. El financiamiento para la Fundación Nacional de Ciencias se triplicó inmediatamente después del Sputnik. En 1958 se creó una agencia civil que se llamó Agencia Nacional de Aeronáutica y el Espacio, la famosa NASA.

En cuanto a la “carrera espacial”, además de lanzar el primer satélite artificial, los soviéticos fueron los primeros en poner un mamífero en órbita, Laika, una perrita callejera; al primer ser humano, Yuri Gagarin; a la primera mujer Valentina Tereshkova; al primer hombre “negro”, el cubano Arnaldo Tamayo; la primera tripulación, la primera caminata en el espacio, la primera estación espacial; los primeros en orbitar la Luna, en poner el primer artefacto sobre la Luna, los primeros en alcanzar las superficies de Marte y de Venus. Lo único primero que hicieron los estadounidenses en esta carrera espacial fue poner un hombre en la Luna, Neil Armstrong.México explorador

El inicio de la carrera espacial por las dos grandes potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar por la decidida voluntad al más alto nivel gubernamental de esos países. Esto propició los intentos de otras naciones de incorporarse en esa carrera cuya materia prima ha sido la ciencia, la tecnología y la innovación, y un considerable financiamiento público y privado en esas áreas. México no fue la excepción, aunque la voluntad ha sido parca, dubitativa y no pocas veces frustrante.

La carrera espacial de México la inician estudiantes de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el mismo año de la puesta en órbita del satélite Sputnik 1, lanzando un cohete de 1.7 metros de longitud a una altura de 2.5 kilómetros. Un año después, en 1958 México se integra a la Comisión sobre el Uso Pacífico del Espacio Extraterrestre, de la Organización de las Naciones Unidas. Ese mismo año, el publicista televisivo y secretario de Comunicaciones y Transportes, Walter Buchanan, se reunió con científicos con la idea de construir cohetes impulsados por combustible líquido. Un año después se lanzó el cohete SCT-1, de 4 metros de longitud, alcanzando una altura suborbital de 4 kilómetros, y en el año 60 el SCT-2 alcanzando una altura de 25 kilómetros, una cuarta parte de la necesaria para alcanzar la órbita extraterrestre.

En el ámbito institucional, en 1962 se crea la Comisión Nacional del Espacio Exterior (Conee), que en 1977 se disuelve, no sin antes haber lanzado los cohetes Totl, de combustible sólido, alcanzando los 22 kilómetros de altura en 1962; el Mitl, en 1967 a 50 kilómetros de altura y el Mitl 2 en 1975, que alcanzó altura orbital a 120 kilómetros.

Una década después de disuelta la Conee, se crea el Instituto Mexicano de Comunicaciones (IMC), que impulsa las actividades espaciales como el proyecto Satex, y en 1996 se transforma en la Comisión Federal de Telecomunicaciones, Cofetel, hoy Ifetel. La inconsistencia también alcanzó al ámbito académico, la UNAM crea en 1990 el Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial (Puide) que sólo duró siete años.

Si cejar en el empeño por participar en la exploración espacial, en 2010 se crea la Agencia Espacial Mexicana (una de las instituciones colaboradoras de la Noche de las Estrellas), subordinada a la Secretaría de Gobernación, con la función de proponer, coordinar y fomentar las actividades espaciales en México.

En el ámbito académico, el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica en 2014 inició el posgrado en Ciencia y Tecnología del Espacio, y participando en el Centro Regional de Enseñanza de la Ciencia y la Tecnología del Espacio para América Latina y el Caribe (Crecteal), con la experiencia acumulada del instituto en materia de astrofísica, óptica, electrónica, ciencias de la computación y desarrollo de instrumentos. El posgrado aborda estudios del ambiente espacial e interplanetario, así como objetos cercanos a la Tierra; observación del planeta (percepción remota), sistema de posicionamiento, navegación y tiempo, y diseño y construcción de satélites artificiales.Baja California, en la carrera espacial

Una vez más, los estudiantes universitarios impulsan la iniciativa por alcanzar el espacio. El 11 de agosto de 2012, alumnos y profesores del Centro de Ingeniería y Tecnología, de la Unidad Valle de las Palmas de la Universidad Autónoma de Baja California, lanzaron exitosamente su cohete Cimarrón de 3.2 metros de longitud, logrando alcanzar una altura de 3.48 kilómetros de altura.

A pesar de los esfuerzos mexicanos, este panorama desalentador ha dejado rezagado a nuestro país frente a los esfuerzos ya logrados de Brasil, Argentina, Corea del Sur, India y China. Sin ciencia, tecnología e innovación no habrá futuro para ningún país.