Misiones de las Californias XII: Santiago de los Cora Aiñiní
0Periodico El Vigia|7 de Mayo
A causa de la intención de los misioneros de erradicar las costumbres ancestrales de los pericú de una manera profunda y vertiginosa, se suscitó la rebelión más fuerte de la Antigua California en la que murieron misioneros, soldados y marineros. La misión entró en decadencia y ya nunca se recuperó, originando que fuera cambiada de lugar

Ensenada, B. C.

Una vez que la misión de Nuestra del Pilar de la Paz Airipí, puedo establecerse en la Bahía de La Paz, en 1720, los misioneros californianos tuvieron abiertas las puertas para expandirse hacia el extremo sur de la península, a la región habitada por los pericú. 

Unos años atrás, en 1708, el padre Jaime Bravo había arribado accidentalmente a la Bahía de las Palmas, a cien kilómetros al sur de la Bahía de La Paz y observó que tenía características apropiadas para establecer en ella una misión, pero en ese tiempo el paraje estaba lejos de Loreto y faltaba mucho terreno previo por evangelizar.

Le tocó al padre italiano Ignacio María Nápoli empezar las exploraciones por tierra al sur, con el fin de buscar, y establecer, una misión en tal región. Fue en agosto de 1721 que el padre Napoli, saliendo de La Paz, llegó a la Bahía de las Palmas estableciendo la misión. 

Debido a problemas con la comunicación, el padre Nápoli cambió la misión a la sierra de la Laguna a un paraje cercano, donde después sería establecido el pueblo minero de Santa Ana. De nuevo volvió a cambiar la misión en 1724, al sitio donde hoy está el pueblo de Santiago, en donde desembocaba el arroyo que los pericú llamaban Aiñiní. 

En este tercer sitio fue construida una iglesia de piedra, la cual fue dotada por el Marqués de Villapuente, el gran benefactor de las misiones californianas. Nápoli estableció cuatro rancherías de visita: Santa María de la Luz, los Mártires, San Borja y San José de Caduaño.

El padre Nápoli atendió la misión hasta 1726 y posteriormente regresó a ella de 1735 a 1737. También la atendieron los padres Lorenzo Carranco (1726-1734), Antonio Tempis (1737-1746), fray José Munguía (1768-1769), fray Juan Rioboo (1771-1772), fray Francisco Villuendas (1771-1773) y fray Francisco Hontiyuelo.

LA REBELIÓN DE LOS PERICÚ

Hacia fines de 1733 el cacique pericú de la misión de Santiago, Botón, fue amonestado por el misionero Lorenzo Carranco, quien en ese tiempo se encontraba a cargo de la misión. Botón se negaba a dejar la poligamia, anteriormente practicada por los pericú, por lo cual el misionero lo despojó de su cargo de cacique, o capitán de los indios de la región.

El padre Carranco quiso erradicar las costumbres ancestrales de los pericú de una manera muy rápida y profunda, lo cual provocó fuertes tensiones y luego vino la rebelión. El caso de Botón fue la chispa. Botón buscó al mulato Chicorí, quien había raptado a una cristiana de la misión de Santiago, y juntos llevaron adelante la rebelión pericú, la más fuerte que se dio en la Antigua California.

En septiembre de 1734 los rebeldes asesinaron al soldado de la misión de Todos Santos y enseguida al de la misión de La Paz. Alguien dio aviso al padre Clemente Guillén, encargado de la misión de los Dolores del Sur Chillá, quien alcanzó a ponerse a salvo.

Iniciando octubre los pericú atacaron la misión de Santiago, asesinando al padre Carranco a flechazos y pedradas. Fue el primer mártir de la evangelización californiana. Igualmente mataron a los dos soldados que custodiaban la misión.

Para el 3 de octubre, los rebeldes asaltaron la misión de San José del Cabo asesinando al padre Nicolás Tamaral, quien fue el segundo mártir. Los rebeldes buscaron asesinar al padre Segismundo Taraval, misionero de Todos Santos, pero fue avisado a tiempo y alcanzó a huir.

Ese año de 1734, arribó al Cabo San Lucas el Galeón de Manila, el que anteriormente ya había sido asistido desde la cercana misión de San José del Cabo. El capitán de la nave, sin sospechar nada de la rebelión envió a trece marineros a tierra para pedir víveres y ciertas ayudas. Sin embargo los rebeldes asesinaron a estos trece marinos por lo que el Galeón siguió su camino.

Ante esta rebelión, los misioneros solicitaron ayuda al virrey de la Nueva España y al gobernador de Sinaloa, y aunque esta les fue enviada con un importante contingente militar, la situación no fue controlada totalmente sino hasta 1737. Debido a ello en San José del Cabo se estableció un presidio militar para prevenir futuros ataques.

Durante esta rebelión el templo de la misión fue destruido totalmente. En 1735 el padre Napoli regresó a la misión y reconstruyó el templo. A partir de la rebelión la misión entró en decadencia y ya nunca se recuperó. 

EL ABANDONO Y LA EXTINCIÓN

Las epidemias ocurridas en 1742, 1744 y 1748, así como la alta incidencia de la sífilis entre los indígenas fueron diezmando la población indígena. Esto ocasionó que la misión fuera cambiada a la visita de San José de Caduaño en 1779. Sin embargo la población siguió disminuyendo al grado que para 1795 fue abandonada permanentemente.

 

Hacia los inicios del siglo XIX los indios pericú se habían extinguido, se trató de los primeros californios en desaparecer.